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John Ashbery, Pensamientos
de una muchacha joven.
Escucha, amor, mi desvarío:
Anoche tuve un sueño. Caminaba entre
almendros en flor. Y de repente, entre sus ramas, se alzó un suave viento que
deshojó sus pétalos. Mientras caían como copos de nieve, acariciaban mis
recuerdos. Mis manos los cogían, mis labios los besaban y mis pensamientos
volaban hacia ti como frágiles golondrinas.
Fue un sueño, lo sé. ¡Pero fue tan
bonito! Caminaba por unas tierras sembradas de olivos recién podados.
Correteaba por viñedos de jugosos y húmedos frutos. Desde el recuerdo, gocé de
un vino joven que emborrachó mis sentidos. Frágilmente, me dejaba mecer como
una hoja que lleva el viento.
Esta carta es como un espejo en el
que me miro. Recuerdo en él todas las primaveras que compartimos juntos.
He paseado por campos sembrados de
grillos, y oído sus cantos.
He mirado las estrellas, he esperado
el amanecer para ver cómo, en el horizonte de mi memoria, nacía un nuevo
día, tan bonito, como cuando nos conocimos.
Sí, amor, el día es precioso, igual
que aquel día… ¿Te acuerdas? Paseábamos como siempre, felices, con una sonrisa.
Siempre entrelazábamos nuestras manos, nuestras almas, nuestras miradas.
«Amor, hace un día tan bonito que
tenía que escribirte una carta».
Será por el recuerdo de tu ausencia. Lo cierto es que hoy
necesito decirte, decirte tantas cosas, que solo acierto a escribirte: «Amor,
la noche vino colmada de estrellas; mientras, el viento susurraba en mi ventana
la llegada de un hermoso día».
De la Safor